sábado, 24 de enero de 2015

De comida por Valencia: La Picaeta del Carmen

Antes de empezar este artículo, me gustaría aclarar una cosa: no me siento en ningún tipo de superioridad moral, ética, intelectual, etc. a la hora de escribir acerca de bares o restaurantes. Toda crítica que se pueda hacer en este blog será para intentar llegar a los gerentes de los establecimientos en busca de una mejora en la calidad del producto o servicio. Aviso antes de tiempo porque voy a ser duro.


Noche del viernes. Previo a un recomendadísimo monólogo de Miguel Lago (@Miguel_Lago_), buscamos local para cenar en el Barrio del Carmen. La verdad es que no soy asiduo a esta zona de Valencia, suelo ir en torno a una vez al año y muchos años ni eso. No sé por qué, cuando entre otras es una de las zonas referentes a nivel culinario en nuestra ciudad. Buscando el restaurante "Karak" en el que cené de forma extraordinaria en diciembre, pero no siendo capaz de encontrarlo, nos topamos con "La Picaeta del Carmen" (ubicado en la Calle Alta). Viendo que la carta era de nuestro agrado, cometimos el gravísimo error de cenar allí.

Dicen que cuando algo parece mierda, huele a mierda y sabe a mierda, posiblemente sea mierda. En este caso solo se cumplieron dos de las tres variables.

Escogimos el local porque ofrecía una considerable variedad de tapeo básico: bravas, calamares y demás, además de hamburguesas y bocadillos. Era algo relativamente sencillo para cenar un viernes por la noche con algo de prisa. El local era mono, la verdad, daba la sensación de entrar en una tasca típica, y ese sitio de locales, por algún motivo escondido en mi subconsciente, me generan confianza. Pero la primera sensación no pudo ser peor: casi a las 10 de la noche el camarero estaba cenando. Supongo que no tenía más tiempo en toda la noche para cenar que en hora punta. Además el local olía fatal, no sé definir bien a qué, pero la sensación era muy desagradable. Imagino que por una mezcla de las dos situaciones anteriores, el local estaba vacío. Sí, un viernes por la noche a las 10, nosotros éramos los únicos comensales.

Aún así, ese punto masoquista que tiene el ser humano hizo que nos quedásemos allí. Y por dentro el local molaba. Decoración rústica tradicional y cuadros de Tintín en las paredes, además de una bicicleta bastante chula que sería de alguno de los trabajadores. Y el chaval muy simpático. Hubiese sido un punto a favor de no haber sido que tardó cerca de un cuarto de hora en tomarnos nota y unos 25 minutos en sacarnos tres tapas. Y eso estando nosotros solos, a saber cuánto hubiésemos tardado en cenar de estar el local lleno. Quizá hubiésemos dormido allí.

Eso sí, hay que agradecer la sinceridad del camarero. Ah, y que en la larga espera tuvo el detalle de servirnos un pequeño cuenco con mezcladito de frutos secos y no nos cobró el pan, práctica poco habitual hoy en día. Y eso que el pan fue lo mejor de la noche. Bueno, los cacahuetes también estaban buenos. Agradezco su sinceridad porque no habíamos estado allí nunca, desconocíamos el tamaño de las tapas y no sabíamos si unas bravas, una de puntilla y una croqueta por cabeza iban a ser suficientes como para no pedir bocadillo, y nos dijo que era suficiente. Y la verdad es que se agradece, porque viendo lo malas que estaban las tapas no quiero saber como estarían los bocadillos.


Porque sí, amigos, ¡¡¡hacer unas bravas que estén malas es posible!!! Posiblemente la tapa más básica de toda la gastronomía española, qué digo española, MUNDIAL, puede estar mala. La patata era de calidad, cierto. Al parecer comprada de verdulería y no de supermercado. Es un avance. Pero tal y como las patatas estaban buenas, a alguien del local se le ocurrió la brillante idea de hacer una especie salsa rosa de alioli con ketchup. O hay que interpretar que era alioli, porque esa mezcla sabía a pies. Solo hay que decir que la gran mayoría de patatas tocadas por ese ungüento se quedaron en el plato. Y eso supone en torno a tres terceras partes de la tapa. Hay platos o tapas en los que se debe/puede innovar. Las patatas bravas no es uno de esos platos. Las patatas bravas de toda la vida molan, no intentes hacer el plato del siglo con unas bravas, corres el riesgo de cagarla.

La puntilla estaba buena, cierto. Tampoco debe ser difícil hacer un plato de puntilla que esté buena. El rebozado y la calidad del pescado eran buenas. Y esta vez sin innovaciones extrañas. Bien.

Y por último las croquetas. A ver, cuando yo pido un bocadillo de atún con aceitunas espero que el atún sepa a atún y las aceitunas sepan a aceitunas (señorita Viso, si por alguna de aquellas lee este artículo, no estoy dispuesto a discutir otra vez con usted por la diferencia entre oliva y aceituna, aunque ya no recuerdo qué es lo que defendía yo). Supongo que si pido una croqueta de pollo, siguiendo una sencilla regla de tres, la croqueta debe saber a pollo. Pues sigo sin saber a qué sabía aquella croqueta. No sé si el problema fue un exceso de bechamel en la misma, que realmente no llevaba pollo o que el pollo llevaba caducado una temporada, el caso es que aquello no estaba nada bueno. No fui capaz de acabarme aquella croqueta.

Ni pedimos postre ni café, así que el Kit Kat del badulaque de la esquina fue lo mejor que me llevé a la boca en toda la noche. Ah, la sangría estaba buena, y no pegaba pelotazo. Ya sumamos tres cosas buenas: pan, cacahuetes y sangría. Y luego me llamaréis criticón.

El precio final fue de 16,50€ como podéis comprobar en la siguiente foto. A destacar que nos cobraron 0,25€ de más por croqueta con respecto al precio indicado en la carta. No me quejé, me parece miserable por mi parte y total, seguramente sean los últimos 0,25€ que me saquen en esta vida.


Nota: 1/10. Me fastidia dar una nota tan baja, pero me fastidia aún más sentir que estoy siendo demasiado bueno. Una calidad así es inaceptable, y más si hablamos del Barrio del Carmen, una de las zonas de referencia a nivel culinario en Valencia. Además la atención al cliente, a pesar de que el camarero fuese simpático, fue nefasta. Una mesa, 25 minutos en sacar la comida. Eso es totalmente intolerable, y un punto a mejorar. Bueno, realmente hay que mejorar todos los puntos, pero cuando no tienes calidad en la cocina, súplelo con un buen servicio.

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